sábado, 25 de mayo de 2013

Las mujeres libro de Tropojë. Primera parte

Cuarenta años con una cámara al hombro filmando el mundo- comenzó la entrevista Peter Lindon, unos de los periodistas estrella de la BBC

Cuarenta y uno. Empecé el dos de febrero de 1972- Matizó Alistar

Si, así es. Bueno, pues cuarenta y un años. Y es la primera vez, ahora que te jubilas, que es sobre ti sobre quien se fija la cámara. No sé si estarás nervioso, pero créeme que yo si lo estoy. Y es que recabando información para preparar la entrevista me he dado cuenta de que has estado en todas partes, y además, en el momento en el que había que estar. Al año de empezar tu carrera, en septiembre del Setenta y tres en Chile, en octubre de ese año cubriste desde Siria la Guerra del Yom Kipur. En El Ochenta en Irán, en El Ochenta y Nueve en Berlín, etcétera, etcétera, etcétera. Absolutamente impresionante

Sabes Peter, aunque una vida como esta pueda parecer azarosa, propia de un aventurero intrépido, yo siempre me he sentido un servidor público. Puede que cuando estás en las selvas de Guatemala filmando a La Guerrilla no tenga mucho sentido aquello de fichar de ocho a tres, o rellenar el formulario A-23;  pero mi obsesión, y la de los equipos con los que he trabajado, siempre fue llevar al público inglés lo que pasaba en el resto del mundo con independencia y objetividad.

Deben saber ustedes- dijo Peter Lindon dirigiéndose a la cámara- que este hombre lleva diciendo lo mismo desde que lo conozco.

Alistar, te tengo que pedir disculpas por lo poco original de la siguiente pregunta, pero de todas las historias que has filmado ¿Con cuál te quedas?

No tienes que disculparte-dijo Ricci- sobre todo porque yo voy a empezar mi respuesta con aquello de “me alegro de que me lo pregunte”.

Te cuento: fue en enero de 1981. Viajamos al Norte de Albania para grabar un reportaje sobre ”Las mujeres libro”. Louis Macklemore, que entonces producía un programa de la BBC-2 llamado Acentos Europeos, había escuchado a un profesor de antropología  de la Universidad de Londres hablar sobre estas mujeres de las montañas del Noreste Albanés.

Parece ser que a finales del XVIII, con el surgimiento de la conciencia nacional albanesa, un grupo de intelectuales que habían trabajado de altos funcionarios en Estambul, se conjugaron para reconstruir los símbolos nacionales. La unificación de la lengua y la creación de sus reglas fue sin duda la tarea más ardua y reconocida históricamente. En un segundo plano estaban la bandera, los límites territoriales, la diáspora albanesa, sobre todo en otros territorios del Imperio Otomano y el tratamiento de los mitos y leyendas. Esto último fue lo que nos llevó hasta allí.

Al parecer, esto padres fundadores estaban muy preocupados porque apenas había textos sobre las hazañas de los héroes medievales albaneses. Los bardos y poetas transmitían y contaminaban, de generación en generación, unas historias plagadas de anacronismos. Así, era posible escuchar como en una batalla en pleno siglo XII se usaban cañones o se hablaba de los turcos.

Pero comenzar a escribir aquellos relatos fundacionales tampoco serviría de mucho en un país donde casi nadie sabía leer, y los pocos que lo hacían solo conocían la lengua del conquistador otomano.

Esat Pasha, que era el único originario del Norte en aquel grupo de intelectuales, tuvo la idea de reconstruir los relatos en la mente de una mujer. Creía que el cerebro femenino era menos dado a la hipérbole y a la exageración. Además, su sumisión sería una garantía de que se entregarían a la difícil empresa  que se les proponía.

Nos llevó cerca de un mes preparar el viaje. El paranoico régimen de Hoxha había convertido a Albania en el país más cerrado del mundo. Para que te hagas una idea, apenas se concedían cien permisos de entrada al país cada año, y la única forma de llegar a Tirana era vía Pekín. Una autentica locura.

Pero si difícil fue acceder a la capital, llegar a Bajram Curri, la capital del distrito de Tropojë, fue una autentica odisea. Por supuesto, no teníamos ningún contacto allí, contábamos con un intérprete asignado por el gobierno, y dos policías, uno que vigilaba al traductor y el otro que vigilaba al primer policía.

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