La primera lágrima salió en la sala de espera, fue entonces cuando pidió que lo dejaran solo. Quería pensarse con la niña: el primer beso, la primera palabra, el primer papá. Se sentó en uno de esos terribles sillones de los hospitales y soñó despierto con el primer día de colegio, con las primeras notas, con su primera decepción. Sobrevoló las noches de cena, bañera y cuento y las mañanas de leche, mochila y prisa. Pasó a la primera bici, la primera muñeca, la primera discusión.
Y así siguió bailando con ella hasta que una bofetada lo levantó: ¿Quién sería su primer amor?
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