martes, 19 de marzo de 2013
El padre de Luján
Luján lleva toda la vida vendiendo sonrisas. Aprendió el oficio de su padre, y a éste a su vez le enseñó el hambre. En el Madrid de la Postguerra, entre curas, militares y ruinas la risa era tan deseada como las lentejas o la dignidad.
Creo que fue cenando en casa de José Ángel Murcia, en Lavapies, donde Luján nos contó cómo empezó su padre en este negocio. Fue en abril del treinta y nueve, en el campo de concentración en que los fascistas habían convertido la Plaza de Toros de Badajoz.
Al principio regalaba las sonrisas entre sus compañeros de división, pero el éxito le llevó a pedir cigarrillos, el aceite de las latas de sardinas o las mondas de las patatas. Tal llegó a ser su fama que incluso los guardias buscaban sus servicios. Una vez, un sargento le cambió una manta por un puñado de carcajadas para la timba que iba a organizar esa noche con algunos compañeros de armas.
Cuando lo soltaron, gracias a la ayuda de un coronel al que había conseguido un buen saco de risas para la boda de su hija embarazada, volvió a Madrid.
Pero de eso, dijo, ya nos hablaría otra noche.
Gracias Teresa.
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Nene vaya prosa tienes!!
ResponderEliminarMe ha resultado inevitable pensar en "El padre Luján", tío de mi madre, tío segundo mío:
http://laasomada.es/index.php/biografia/83-jose-lujan-el-cura-de-los-pobres
No sé si era risueño... pero al menos era buena gente. :)
Besicos!
jo, que bueno, me gusta. Te sigo de cerca...jejeje.
ResponderEliminarun besote socuellamino.