Soledad, Soledad ¿Dónde diablos estará esta negra?- la voz aguda e irregular de la Viuda se elevaba por la galería del edificio de la calle Arenal donde regentaba una pensión para gente selecta: las putas de Montera y algún que otro albañil de La Mancha.
Voy señora, voy. Maldita vieja amargada- la Negra Soledad arrastraba sus pesadas piernas de más de medio siglo por el pasillo que daba acceso a la mayoría de las habitaciones. Cuando llegó al mostrador de la entrada, donde la viuda había entrado en 1967 y de donde sólo había salido dos veces, esta le preguntó que dónde estaba la escalera.
Debajo señora. Está Debajo, como siempre- dijo la Negra.
Qué harta estoy de mantener a vagos. Pasea tu negro culo hasta donde coño esté esa puta escalera y me la traes. Pero ya!
La Negra Soledad retomó el camino por el que había venido pensando que esta vez no habría nada que hacer. La escalera estaba ya muy mayor, y como el carpintero que cuando deja el oficio solo usa muebles de papel, o el viejo poeta que harto de rimas y belleza decide acabar sus días en compañía de un mero, la escalera se había jurado morir Debajo
Nene! muy bien escrito! ¿Por qué no continúas con la historia? Me gustaría saber de dónde ha salido la Negra y por qué tuvo la mala pata de caer en manos de la Viuda.
ResponderEliminar¡pero qué intriga es esta!
ResponderEliminar¡ah, qué desazón, qué desasosiego!
¡queremos más cuentos!
¡más, más, más!