En Tihany, una pequeña localidad a orillas del Lago Balaton, se encontraron,
hace ahora tres meses, unas cajas de madera con el emblema de la antigua
Biblioteca Nacional Húngara del Régimen de Horthy.
Al parecer, formaban parte de una exposición que El Museo de
Bellas Artes de Budapest organizó en
1944, con los tanques soviéticos a las puertas de la capital, sobre la unificación y formalización del Idioma Húngaro en el siglo XIX. El caos que generaron los continuos bombardeos
hizo que la mayor parte del inventario del museo se perdiera o quedara
destrozado.
Entre las obras
encontradas en las cajas se encontraban dos diccionarios bilingües, uno húngaro-ruteno
y otro húngaro-croata. La crónica que el historiador Stephan Ólah hizo de la
primera embajada Húngara en Suecia establecida a finales del XVI y, además de infinidad de obras menores, una extraña publicación titulada “Una demostración estética de la conjetura
que afirma que todo número primo es suma de dos pares”.
Al parecer este artículo había sido obra de un filólogo
aficionado a la matemáticas llamado
Ferenc Harsányi.
La Historia de la Matemáticas de Carl Boyer alude sucintamente al intercambio
de correspondencia entre este personaje y Gauss. Es igualmente en este libro
donde se cita por primera vez esta exótica demostración de la Conjetura de Goldbach.
En todo caso, la turbulenta historia de Centroeuropa en los
dos últimos siglos y la poca entidad del autor, que hizo que ningún matemático lo hubiese siquiera leído, hicieron que este documento
viviese el sueño de los justos durante cerca de doscientos años.
Afortunadamente, en el último número de la Revista de la
Academia Húngara de Ciencias, publicado hace apenas dos semanas, un par de
matemáticos de la Universidad de Pécs le dedican una extensa monografía en la
que se desentrañaba el universo de Harsányi.
El autor se aparta totalmente del esquema axioma-teorema-demostración-corolario
que inaugurara Pitágoras hace más de dos mil quinientos años. Por el contrario,
es la belleza y la armonía las que mueven sus argumentaciones. Así, las catorce
hojas de las que consta esta obra son una colección de diecisiete argumentos,
únicamente estéticos, que muestran la necesidad de que todo par se represente
como la suma de dos números primos. De todos ellos, el que más ha llamado la
atención a los investigadores es el último, que simplemente reproduzco a
continuación:
“El número primo
representa lo básico, lo primario. Su naturaleza es tosca y esencial, lo que
le hace presentarse ante nosotros como misterioso y, por tanto, atractivo. Por el contrario el número par es pura
perfección, es una entidad totalmente cerrada nacida de de la dualidad, de la
pareja. Posee una belleza aparente, parecida a la de la sonrisa de una joven,
seductora sí, pero simple y
esencialmente idiota.
Por eso la
domesticación de ese animal salvaje que es el número primo solo puede darse a
través de la dualidad, de su unión con otro de su especie. Los números primos son el vector que convierte al
Dos de concepto en objeto y es por eso también por lo que el Dos tiene, una vez
convertido en número, la doble propiedad de ser primo y par”.
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