sábado, 13 de abril de 2013

La poesía de los números primos


En Tihany, una pequeña localidad  a orillas del Lago Balaton, se encontraron, hace ahora tres meses, unas cajas de madera con el emblema de la antigua Biblioteca Nacional Húngara del Régimen de Horthy.

Al parecer, formaban parte de una exposición que El Museo de Bellas Artes de Budapest organizó  en 1944, con los tanques soviéticos a las puertas de la capital, sobre la unificación y formalización del Idioma Húngaro en el siglo XIX. El caos que generaron los continuos bombardeos hizo que la mayor parte del inventario del museo se perdiera o quedara destrozado.

Entre las obras encontradas en las cajas se encontraban dos diccionarios bilingües, uno húngaro-ruteno y otro húngaro-croata. La crónica que el historiador Stephan Ólah hizo de la primera embajada Húngara en Suecia establecida a finales del XVI  y, además de infinidad de obras menores,  una extraña publicación titulada “Una demostración estética de la conjetura que afirma que todo número primo es suma de dos pares”.

Al parecer este artículo había sido obra de un filólogo aficionado a la matemáticas llamado Ferenc  Harsányi. La Historia de la Matemáticas de Carl Boyer alude sucintamente al intercambio de correspondencia entre este personaje y Gauss. Es igualmente en este libro donde se cita por primera vez esta exótica demostración de la Conjetura de Goldbach.

En todo caso, la turbulenta historia de Centroeuropa en los dos últimos siglos y la poca entidad del autor, que hizo que ningún matemático lo hubiese siquiera leído, hicieron que este documento viviese el sueño de los justos durante cerca de doscientos años.

Afortunadamente, en el último número de la Revista de la Academia Húngara de Ciencias, publicado hace apenas dos semanas, un par de matemáticos de la Universidad de Pécs le dedican una extensa monografía en la que se desentrañaba el universo de Harsányi.

El autor se aparta totalmente del esquema axioma-teorema-demostración-corolario que inaugurara Pitágoras hace más de dos mil quinientos años. Por el contrario, es la belleza y la armonía las que mueven sus argumentaciones. Así, las catorce hojas de las que consta esta obra son una colección de diecisiete argumentos, únicamente estéticos, que muestran la necesidad de que todo par se represente como la suma de dos números primos. De todos ellos, el que más ha llamado la atención a los investigadores es el último, que simplemente reproduzco a continuación:

El número primo representa lo básico, lo primario. Su naturaleza es tosca y esencial, lo que le hace presentarse ante nosotros como misterioso y, por tanto, atractivo. Por el contrario el número par es pura perfección, es una entidad totalmente cerrada nacida de de la dualidad, de la pareja. Posee una belleza aparente, parecida a la de la sonrisa de una joven, seductora sí,  pero simple y esencialmente idiota.

Por eso la domesticación de ese animal salvaje que es el número primo solo puede darse a través de la dualidad, de su unión con otro de su especie. Los  números primos son el vector que convierte al Dos de concepto en objeto y es por eso también por lo que el Dos tiene, una vez convertido en número, la doble propiedad de ser primo y par”.

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